sábado, 17 de diciembre de 2011

Por los alrededores de Valladolid

Hace poco hicimos una escapada a Valladolid y sus alrededores. Era zona por desconocida para nosotros, llena de rincones para explorar, como habíamos comprobado con algunas conversaciones con quiénes conocen bien la zona. El viaje desde Madrid es especialmente cómodo, porque no deja uno la autopista más que para hacer las incursiones necesarias. Como tenemos tres hijos, el plan suele ser bien sencillo: hay que ver cosas que les interesen pero de las que puedan aprender historia de España. Así que eso significa que debe haber algún castillo en el camino.

Si hay dos, mejor que mejor. Castilla la Vieja da muchas facilidades en ese sentido: los castillos de Arévalo, Medina del Campo o el de Coca, están a tiro de piedra de la autopista. Es cierto que si uno quiere ver tanta cosa, tiene que madrugar algo. En el caso de mi familia suele ser una misión imposible. Así que el plan fue ver el de Coca a la ida y los otros dos a la vuelta, al día siguiente.


Por el camino comimos de bocatas, que la cosa no está para hacer muchos dispendios, y proseguimos con la intención de ver Wamba y la Santa Espina por la tarde. Ambas están al noroeste de Valladolid y esconden tesoros increíbles. En especial la primera. Sólo que lleve el nombre de un rey godo la haría especial, pero su pequeña iglesia románica, realmente bellísima, es un atractivo especial. Sin embargo, el mayor tesoro de dicha iglesia está escondido en una habitación no muy grande. Se trata del osario de Wamba, que alguno dirá que es siniestro, pero que fascinó a nuestros hijos dejándolos boquiabiertos. Al parecer la orden del Temple tenía allí un hospital en la edad media y, al tener que levantar el cementerio, se guardaron los restos de los esqueletos en esa estancia. Con el tiempo Gregorio Marañón pidió parte del osario para las facultades de medicina y, aún así, lo que queda le deja a uno sobrecogido. Visita sorprendente.

Un poco más allá, siguiendo una carretera que sale de Wamba, llegamos a la Santa Espina, monasterio del siglo XVI en el que se guarda esa reliquia. Bello edificio, evidentemente construido a lo largo de varios siglos, tiene bellas capillas y también alberga una hospedería. un lugar hermosísimo y en el que hay mucha historia que contar a los niños.
Por la noche llegamos a Valladolid. Nos hospedamos en un Novotel, cadena francesa que ha apostado por el turismo familiar y en el que tuvimos dos habitaciones dobles comunicadas. No sé que harán las familias numerosas de más de tres hijos, pero para nosotros esta es la mejor opción después del turismo rural, que también frecuentamos cuando podemos. Habitaciones modernas y cómodas con el desayuno buffet incluido y a buen precio. Eso sí, no está en el centro de Valladolid precisamente, pero para eso tenemos todos coche.
Por la mañana, a misa a la Catedral, bastante fría y sin feligreses, y paseo por la ciudad. Menos monumental de lo que la suponía, tiene un rincón fascinante alrededor del Museo Nacional de Escultura, conformado por la Iglesia Conventual de San Pablo y el propio museo, instalado en el Colegio de San Gregorio. 

No sabría decir si su estilo es más gótico tardío que otra cosa, pero es un típico ejemplo de la arquitectura del período de los Reyes Católicos (¿hispano-flamenco?). Se queda uno con la boca abierta, vamos. Dentro, ejemplos sin fin de imaginería española. Estas tallas de madera a las que no se les acaba de dar la importancia que yo creo que tienen. También de quedarse con la boca abierta. 

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